lunes, 30 de mayo de 2011

La indignación debe ir seguida de compromiso

ENTREVISTA

Hessel: "La indignación debe ir seguida de compromiso"

Con 93 años, este diplomático francés, escritor y activista del progreso, ha inspirado a los jóvenes europeos, y con mucha fuerza a los españoles, bajo el lema de su libro: '¡Indignaos!'.

JESÚS RUIZ MANTILLA 29/05/2011

En este enlace.

Con 93 años, este diplomático francés, escritor y activista del progreso, ha inspirado a los jóvenes europeos, y con mucha fuerza a los españoles, bajo el lema de su libro: '¡Indignaos!'.

Sobre la mesa de su salón parisiense, Stéphane Hessel guarda un ejemplar de EL PAÍS en el que aparece una foto con jóvenes españoles indignados. Pertenece a los primeros días de la convocatoria de una ola de manifestaciones bajo el título de su libro, que va camino de vender 400.000 ejemplares en España y que ha alcanzado los dos millones en Francia.

"Progreso no significa acelerarse, sino tender a un mundo mejor"

"El final del siglo XX fue prometedor. Luego se rompió el orden mundial"

Este chaval de 93 años apareció en el momento justo, con la palabra justa. Su único mérito ha sido recapitular. Colocar en alza valores que hoy están amenazados y que han costado años y décadas de lucha y sacrificio. Libertad, igualdad, justicia, legalidad, compromiso, derechos humanos. Palabras labradas a base de sangre y fuego, en su caso no con demagogia barata. Porque Hessel tiene sus razones para indignarse cuando vislumbra la amenaza de verlas desaparecer. No es un charlatán, ni un panfletario, aunque reivindique el género en el que Marx y Engels redactaron el Manifiesto comunista -él no comulga con ello- o Zola lanzara su Yo acuso sobre el caso Dreyfus.

Nacido en Berlín en 1917, se convirtió en francés después de que sus padres huyeran de la amenaza nazi y se instalaran en París. Se enroló en la Resistencia, fue condenado a muerte y torturado por la Gestapo, pasó temporadas en varios campos de concentración y fue testigo de excepción en la histórica redacción de la Declaración de Derechos Humanos.

Una vida y una altura moral más que suficientes para sacudir conciencias a nivel global. Un héroe civil, un agitador pacífico y con las ideas claras.

  • Miles de personas manifestándose en España al grito de "¡Indignaos!". Estará satisfecho. Su mensaje ha calado.

Ya lo he visto. Me alegro. Cuando empezamos con la idea de este pequeño libro teníamos a Francia en la cabeza. Ocurrió que en pocas semanas se produjeron varios acontecimientos. La popularidad de Sarkozy se fue hundiendo, lo mismo ocurrió en Italia con Berlusconi, e incluso en España con Zapatero, y en Portugal con Sócrates. Antes de que se produjeran las revueltas del norte de África, la idea de que los Gobiernos de varias partes del mundo rozaban comportamientos que provocaban la indignación de la gente era algo que raramente habíamos visto.

  • Y le dio por escribir este discurso y convertirlo en libro.

No es un trabajo literario, en absoluto. Queríamos lanzar algo corto y estimulante. Puede que hasta tenga faltas de sintaxis. La editora se sentó justo donde está usted ahora, yo empecé a hablar, lo redactó, me lo dio, lo corregimos y lo lanzamos.

  • Como una entrevista. Una pena para mí, podía haberme tocado, ya que estamos.

Exactamente, así ocurrió. Lo digo porque surgió de manera natural, como una conversación. Y una vez en la calle corrió como la pólvora.

  • Es que hay mucha gente esperando un discurso que aglutine ciertos sentimientos. La palabra justa, la expresión que todos tienen en la cabeza. Esa indignación.

Lo he podido comprobar, efectivamente. Pero el libro está basado en dos textos: el programa de la Resistencia, no muy bueno, pero escrito en el momento y en el lugar justos; cuando los franceses se sentían acorralados por un enemigo como los nazis. El otro es la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

  • De la que usted fue testigo de excepción.

Estuve allí cuando se redactó. Yo era demasiado joven para formar parte de ese grupo de 12 sabios, pero fui asistente. Les ayudé a organizar las reuniones, a redactar las actas. Los que estaban allí eran figuras de primer nivel en la esfera de la política y el derecho como la viuda del presidente Roosevelt, Eleanor. Se encontraban en Nueva York y en Ginebra y yo me encargaba de prepararles los papeles y asegurarme de que hacían el trabajo.

  • ¿Vigilándoles?

Como secretario. Yo era un joven diplomático, carecía de autoridad, pero me sobraba curiosidad. Tenía motivaciones muy profundas para que el trabajo saliera de la mejor manera. El hecho de haber acabado la guerra en tres campos de concentración era suficiente impulso para mí.

  • Estuvo usted en Buchenwald.

Allí conocí a Jorge Semprún. Un gran amigo; guardo una anécdota de él importante. Cuando llegó al campo y le preguntaron a qué se dedicaba respondió: estudiante. "Si pongo eso", dijo el que tomaba el registro, "le matarán inmediatamente, voy a dejar las primeras letras y lo voy a transformar en estucador. Así, por lo menos, le asignarán trabajos manuales". Era lo único que buscaban. Pero volvamos a ¡Indignaos!

  • Me gustaría que contara el significado que para usted lleva ese término. Es una palabra que utiliza con un sentido positivo. Apela a aquellos que la sienten para contagiársela a quienes no la llevan dentro.

Contiene su lado positivo, pero también sus partes oscuras.

  • Y si es así, ¿cómo cree que se puede contagiar su parte de luz?

Le confieso que el título fue propuesto por la editora, Sylvie Crossman. Pero lo acepté inmediatamente.

  • ¿Con su llamada imperativa?

Sí, señor, y con su signo de exclamación. Es fuerte. Mucho más de lo que yo hubiera propuesto, porque no me considero un revolucionario, soy diplomático que cree en la no violencia. Busco poner a la gente de acuerdo, más que enfrentarla.

  • Eso es bastante radical para los tiempos que corren. Estamos rodeados de políticos que nos llevan a la guerra. ¿El diálogo es hoy revolucionario?

Puede ser. Pero si nos atenemos a los significados, le diré que lo que más me convence de la palabra es que contiene otro término fundamental: dignidad. Por eso lo acepté. Cuando la dignidad se pone en cuestión es necesario reaccionar. La indignación viene del pisoteo de la dignidad que cada ser humano lleva consigo. Por eso siempre me remito a la Declaración de Derechos Humanos. En su artículo primero ya dice: Todos los seres humanos somos iguales en dignidad y en derechos.

  • Y ahora viene a apelar al compromiso.

El nuevo libro se titula precisamente Comprometeos. Es el paso moral siguiente a la indignación. Nadie puede molestarse por que el prójimo se comprometa con algo. Puede molestarse si se rebela, si se remonta impulsivamente, eso es hacer el caldo a otros como Marine Le Pen [líder de la ultraderecha en Francia]. Lo que ella proclama es eso, pero yo apoyo la indignación en el sentido contrario. La que me sacude cuando los derechos básicos son atacados, perseguidos. Enfadarse y ya, para mí no tiene sentido. La ira no conduce a ninguna parte, debe ir seguida de compromiso.

Difícil. No propongo a la gente que se enfade sin más, sino que se pregunte cuáles son las razones que ponen en peligro esos valores fundamentales que hemos heredado y que ahora tiemblan. No es fácil, no.

  • Sobre todo, aclararnos en toda esta confusión. Un caldo de cultivo para diferentes indignaciones, para diferentes intereses.

Al leer el libro quedan claros los valores, los peligros y los retos.

  • Son tres o cuatro. Empezando por los de la Revolución Francesa.

Por algunos de ellos. Otros, insisto, la Declaración Universal de Derechos Humanos.

  • ¿Los ve en la picota?

Bastante, pero no olvidemos que en el tiempo en que fue redactada aquella declaración, el mundo todavía estaba amenazado por algunos totalitarismos. El fascismo había sido derrotado. Pero el comunismo pervivía. Luego se ha ido imponiendo otra ideología perversa basada en el mercado y nada más que en el mercado. Hoy, usted y yo, sufrimos sus consecuencias, las de un grupo privilegiado que busca sus beneficios a nuestras expensas. ¿Qué proponer como alternativa? La democracia real.

  • Bonita palabra.

Confiar en depositar cada vez más poder en la gente común para que sus necesidades sean la prioridad a resolver por los Gobiernos, el primer deber. Los Gobiernos deben asegurar libertad, hermandad, igualdad y justicia social.

  • Y progreso. Otro concepto en crisis. Lo confundimos con progreso técnico, científico, pero no con bienestar.

Absolutamente. Es algo muy sencillo, progresar significa tender a la mejoría. La palabra mejor es importante. ¿Cuál es la diferencia entre el bien y el mal? ¿Es mejor ganar dinero a cualquier precio o preservar la decencia y el honor? ¿Es mejor entrar en la espiral de un progreso científico a toda costa o guardarnos de descubrimientos que superen la dignidad del ser humano? Progreso no significa acelerarse, sino ser consciente de cuáles son los valores que ayudan a crear un mundo mejor y cuáles no. La democracia es exigente en sí. Demanda más a los políticos y logra tejer un sistema del que es difícil salir bien parado si actúas mal.

  • Volvamos a los claroscuros de la palabra indignación. Hubo un tiempo en que aquel sentimiento le llevó a un camino violento. ¿Qué sentía dentro, en sus tripas?

No soy un tipo violento. Puedo entender qué lleva a la gente a la violencia. Pero a mí no me convence. Mi primera indignación tenía un nombre: los nazis. El fascismo de Franco y Mussolini, incluso Stalin, de quien ya tuvimos noticias de sus purgas en 1935. El totalitarismo. Además, teníamos el ejemplo de los republicanos españoles como contraposición a los comunistas más cerrados. Yo siempre me consideré demócrata, y cuando este sistema estaba en peligro me indignaba. Pero incluso dudé. Los estragos de la I Guerra Mundial nos hacían pensar a muchos que había que agotar todas las vías antes de entrar en otro conflicto. Negociar y dar la palabra a la gente de los diferentes países. Solo cuando vi claro que esta gente lo único que quería hacer era conquistar Europa con métodos violentos me convencí de que había que enfrentarse a ellos por las armas.

  • Pero esa indignación, físicamente, ¿era equiparable a la que siente ahora?

No, entonces era joven y con ganas de luchar. Cuando llegó la hora, cuando vi que era necesario levantarme y enfrentarme a ellos, me invadió un deseo de lucha. Me enrolé en el ejército sin dudarlo. Y cuando se firmó el armisticio con los alemanes me volví a indignar. Sentí que era una deshonra y una deslealtad con los británicos. Me opuse; era inaceptable. ¿Qué podía hacer? ¿Luchar en Francia? ¿Unirme fuera a De Gaulle? Eso es lo que hice.

  • Y tuvo una relación intensa con él, han contado algunos.

No. Yo era muy joven y un oficial de bajo rango. Pero tuve el privilegio al llegar a Londres de cenar con él en la intimidad. Me convocó. Quería saber qué pensaba de él un joven estudiante de la Escuela Normal Superior, muy prestigiosa entonces en Francia. Deseaba conocer lo que opinábamos de él los estudiantes de ese nivel.

  • Por lo menos, y gracias a la fortuna, también De Gaulle se indignó. Cosa que no ocurría entre una enorme parte de los franceses. Aquello fue tan extraño en un país que había levantado las banderas de la democracia en todo el mundo... ¿Qué ocurrió?

Francia había sido tremendamente golpeada. Lo que había ocurrido entre mayo y junio de 1940 es algo muy raro en la historia. No solo fue una victoria militar. Fue una enorme derrota, humillante, en la que la gente tuvo que huir de sus casas hacia lugares insospechados. A muchos, el armisticio les supuso un respiro. La paz era tentadora para mucha gente, pero aquello no era paz.

  • ¿Era una humillación?

Además, había otros factores. La amenaza de los soviéticos aterrorizaba a la burguesía, mientras que los fascismos no tanto, creían que no atentaban tanto a su modo de vida. Además, los nazis garantizaban el freno a los comunistas más que nadie.

  • Luego, en su caso particular vino otra nueva indignación.

¡La Gestapo!

  • Ahí sufrió en sus propias carnes el peligro. ¿Cómo fue su detención?

En el momento en que me arrestaron estaba seguro de que no sobreviviría. Me detuvieron bajo cargos de delitos criminales graves. Sabían que había llegado de Londres para reforzar la Resistencia.

  • Incluso, que usted era judío.

Eso no lo sabían. Me conocían poco. Si se hubiesen enterado de que mi padre era un judío emigrado de Berlín, me habrían tratado de otra forma. Pero lo hicieron como a un espía de nivel. Y, ¿qué haces con un espía? Obviamente, sacarle información.

  • ¿Bajo torturas?

Efectivamente. En la bañera, ahogándome. Pero no consiguieron que delatara a nadie, y eso fue una satisfacción para mí. Después me condenaron a muerte. Afortunadamente, la justicia era lenta y me internaron en Buchenwald y la orden de ahorcarme llegó muy tarde. Ya entonces pude cambiar mi identidad con alguien que había fallecido sin que se dieran cuenta. Era una persona que no estaba condenada a muerte. Así me libré.

  • Me imagino que en aquellos días la indignación se había convertido en terror.

No exactamente. Se transformó en algo que solo un joven patriota puede sentir. Ese convencimiento henchido en el que crees que has cumplido con tu deber y te has sacrificado por tu país.

  • ¡Un héroe!

[Risas] Le cuento algo Cuando me detuvieron cogí un trozo de papel y escribí un soneto de Shakespeare que sabía de memoria: "No longer morn for me when I am dead...". Como diciendo, si me fusilan mañana, que mi esposa sepa que no quiero luto, sino que sea feliz. Ridículo, esto siempre resulta ridículo.

  • Es una manera noble de enfrentarse a la muerte.

La vida está llena de ironías.

  • Si le hubieran dicho entonces que cumpliría 93 años...

¡Y tanto! Mi siguiente indignación llegó en los campos de concentración. Yo sabía que la guerra era violenta. Pero lo que nunca pude sospechar es el grado de brutalidad al que podíamos llegar los seres humanos.

  • Pasó de sentirse un héroe a otro estado: el de víctima.

No solo una víctima individual, sino parte de una colectividad. Porque yo, personalmente, tuve suerte. Me salvé entre un grupo de 36 condenados a muerte. Yo y dos personas más. Me enviaron a otro campo y me escapé. Cuando lo logré me volvieron a capturar y me internaron en Dora. Allí se debatían entre colgarme o darme 25 latigazos. Pero me libré de ambas cosas porque le dije al oficial que me interrogaba: Estoy seguro de que usted, que es valiente, como yo, habría intentado escapar. Lo hice, pero fallé, con lo que no les puedo causar daño. Todo eso se lo expliqué en alemán, que es mi idioma materno. Si no hubiese hablado su lengua, seguramente nadie me habría librado del castigo.

  • En su vida han existido también momentos de alegría. Como el de la Declaración de Derechos. Poner de acuerdo en una posición común a países tan distintos como Francia, EE UU, la URSS o Arabia Saudí sería un esfuerzo titánico. ¿Costó?

Lo atestigüé de primera mano. Si no se hubiera conseguido en 1948, las tensiones posteriores lo habrían hecho imposible después. En ese momento histórico, los soviéticos se abstuvieron, Arabia, también, y así permitieron su aprobación. Fue el momento. Un texto ambicioso para la historia de la humanidad.

  • Supongo que en aquellos momentos su indignación dio paso a la esperanza.

Pues sí. Ese momento fue de auténtica, de verdadera y gran esperanza en el entendimiento de las naciones tras la guerra. Estábamos convencidos de que aquel texto encarrilaría a buena parte del mundo en el camino de la libertad y la justicia. Pero aquello duró poco, porque después llegó otro sentimiento: la ansiedad que producía el peligro de una tercera guerra, que no sería como las otras, sino que traería consigo la catástrofe nuclear. El mundo había conocido dos horrores: el Holocausto e Hiroshima, y eso nos producía un enorme temor. Era un mundo complicado e inseguro. Sentíamos que si la ONU no conseguía éxitos en sus programas de desarrollo y respeto a los derechos humanos, todo se iría derrumbando.

  • ¿Le queda algo del optimismo de entonces?

Todavía creo que existen pequeños y lentos pasos adelante y que continuarán, con retrocesos y avances. La última década del siglo XX fue muy prometedora. Después de la caída del Muro estábamos convencidos de habernos adentrado en una nueva era. En 2000 se llegó a un acuerdo bajo la presidencia de Kofi Annan de los objetivos del milenio. Pero cayeron las Torres Gemelas... Y empezamos el siglo XXI muy mal.

  • Con la amenaza terrorista, pero también con la ruptura de las reglas internacionales por parte de Bush, Blair y Aznar. ¿Qué supuso aquello para el orden mundial?

Aquello es parte de mi indignación presente. El hecho de que los ciudadanos sean conscientes de que estábamos dando grandes pasos adelante y esos líderes los frenaran en seco y nos colocaran en la dirección equivocada.

  • ¿No fue aquello una especie de paripé de cruzados por la democracia que en realidad representaban una especie de fascismo travestido?

Desde luego. Una de las reglas básicas a respetar en ese nuevo orden mundial que empezaba a configurarse a finales del siglo XX era el derecho internacional. Romperlo era adentrarse en lo peor.

  • Contra gobernantes de ignorancia supina, ¿qué se puede hacer?

¡Indignarse! Necesitamos otros gobernantes, y también, compromiso de la sociedad para aupar a los más decentes. No podemos caer en esa desazón de la juventud, ni en pensar que todos los políticos son iguales, porque no es cierto. La rabia y la indiferencia no nos llevan a ninguna parte.

  • En su vida ha existido otra indignación persistente: Palestina.

De nuevo, la ruptura de las reglas internacionales, la brutalidad impuesta, la situación en Gaza y Cisjordania aúnan todo lo que más he detestado en mi vida. Parecida a la que sentí en los campos de concentración. Siento un gran aprecio por el Estado de Israel, pero cuando su Gobierno se comporta de una manera similar a los peores Gobiernos que yo he tenido que soportar en mi vida, no puedo admitirlo y me rebelo y denuncio esos abusos cometidos por ellos con el permiso de Estados Unidos, la Unión Europea y algunas empresas involucradas en la situación. Es lo mismo que siento respecto a la incapacidad para ponerse de acuerdo sobre el cambio climático. Espero que ahora Obama, tras haber acabado con Bin Laden y ganado popularidad, pueda avanzar en ciertas cosas.

  • Por cierto, ¿qué opina de ese episodio?

Bueno, yo me alegro de que se haya acabado con él. Era un asesino capaz de cosas espantosas. Sobre todo, de haberle dado al islam una imagen siniestra en el mundo. Y no es así. La gente de los países árabes se ha encargado en pocos meses de hacernos saber que aspiran al sentido común con sus revueltas. Pero, volviendo a Bin Laden, hubiera sido deseable otro método: la detención, un juicio.

  • ¿Dónde queda Europa con esas amenazas de políticas antiinmigración?

Justo ese es el objetivo de mi libro. Concienciar a la gente para afrontar los nuevos retos con valores dignos. No son nuestras ínfimas naciones las que están en peligro, es nuestro mundo, cada vez más amenazado por corrientes como los neocons o quienes no se mentalizan en el trato al medio ambiente. La fe en el compromiso es clave. No estamos condenados al fracaso, pero para evitarlo hay que dar un paso adelante.

AUTORIDAD MORAL

Toda una vida de lucha por el progreso, de resistencia frente a los totalitarismos, de autoridad moral, y este francés nacido en Alemania en 1917 se ha ganado el éxito y el aplauso mundial con un pequeño libro panfleto, '¡Indignaos!' (Editorial Destino, con prólogo en español de José Luis Sampedro), que ha sacudido el descontento en los países desarrollados frente a un sistema económico-político lleno de goteras.

Este judío, muy crítico con la política de Israel hacia Palestina, participó en la resistencia francesa contra los nazis, estuvo preso en varios campos de concentración y participó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La penetración del lenguaje en todo

Para filosofia y pensamiento Luis Ledo moderador, circulo de filosofía México

Referencias

Autor: Hegel

Texto: Prefacio a la segunda edición de Ciencia de la Lógica

Cita: “Las formas del pensamiento están ante todo expuestas y consignadas en el lenguaje. En nuestros días nunca se repetirá bastante que el hombre sólo se distingue de los animales por el pensamiento. En todo aquello que se le convierte en algo interior, y principalmente en la representación, en lo que hace suyo, ha penetrado el lenguaje; y lo que el hombre convierte en lenguaje y expresa con él, contiene escondida, mezclada o elaborada una categoría; tan natural es al hombre el elemento lógico, o para decirlo mejor, tan propio es de su naturaleza misma. Pero si oponemos en general la naturaleza en sí, como lo físico, a lo espiritual, habría que decir que lo lógico es lo sobrenatural, que penetra en toda relación o actividad natural del hombre, en su manera de sentir, considerar, desear, necesitar, en sus impulsos, y lo convierte sobre todo en algo humano, aún cuando sólo fuese de una manera formal, proporcionándole representaciones y fines”.


¿Dónde encontramos en primera instancia lo lógico? O mejor: ¿Dónde encontramos en primera instancia las formas lógicas? En el lenguaje y más especialmente en las categorías. En todo aquello que el ser humano ha vuelto interior, y hoy día el ser humano convierte en interior a todo –de ahí el enorme peso de su conciencia y su enorme angustia-, ha penetrado el lenguaje. Y donde hay lenguaje hay escondida, mezclada o elaborada una categoría. Así que lo lógico, en tanto lenguaje, es propio de la naturaleza humana. Aunque todo esto, la penetración del lenguaje en todo aquello que el hombre ha vuelto interior, es un producto histórico, el resultado de un largo proceso de evolución.

Lo lógico, esto es, las formas del lenguaje, penetra en todo lo que los seres humanos sienten, consideran, desean y necesitan. Todo lo modifican. Hace posibles nuevas representaciones y la elaboración de fines separados de las necesidades inmediatas de la práctica. Este es el poder del lenguaje. Está presenta en toda nuestra subjetividad y ha modificado todas nuestras funciones psicológicas. Pero no debemos llevar nunca las cosas más allá de lo debido: modificar no es suplantar, modificar no es anular sino mejorar. El lenguaje esta presente en todas las formas de la subjetividad, en nuestra forma de sentir, en el deseo, en el amor, en la necesidad, en el odio…, pero no anula ni niega el carácter específico de cada una de esas funciones.


Cordialmente,

Francisco Umpiérrez

30 de mayo de 2011.

martes, 10 de mayo de 2011

El fascismo del siglo XXI

Por: Juan Claudio Lechín
Fuente: Hoy Bolivia


El término “fascismo” se banalizó al convertirse en insulto. Cualquier violencia política es fascista. La banalización benefició a los verdaderos fascistas. Hanna Harendt la loca aseguró que nazismo y comunismo eran lo mismo. Nadie la escuchó. Y la astuta Unión Soviética, al triunfar en la guerra, aprovechó para deslindar aguas. Muchos politólogos se tragaron esta gambeta y proclamaron la revolución rusa y sus derivadas, china y cubana, como himnos enaltecedores del género humano.

En mi ensayo Las máscaras del fascismo vuelvo a indagar la naturaleza del fascismo, pues considero que estamos sufriendo un mal, sin estar alertados por el pensamiento europeo que solemos importar. El fascismo emerge cuando hay una fuerte descomposición del sistema de partidos políticos, durante el desgaste de un liberalismo preliminar o liberalismo retoño: el cual arrastra todavía obstáculos pasados como el caudillismo, corrupción, centralismo político y administrativo, ausencia de democracias partidarias y un pueblo no incorporado plenamente a la modernidad, entre otros aspectos.

Durante esta crisis, aparece el fascismo encabezado por un caudillo redentor y una fe ideológica, enmendadores de todos los males, a desmontar el sistema. Detalle más, detalle menos, fueron los casos de Hitler, Mussolini y Franco y también de Castro, Chávez y Morales.

Apenas el fascismo sube al gobierno comienza el desmontaje. Penetra al ejército, la policía y servicios de inteligencia, para controlarlos férreamente; luego desarmará las instituciones liberales, las libertades de opinión, prensa, sindical y política; y paulatinamente concentrará los poderes independientes: judicial, parlamentario, electoral y regional. Gradualmente, avanzara hasta conseguir no una utopía social sino el poder absoluto para entronizar al caudillo plebeyo. El sistema que engendra el fascismo es una monarquía plebeya absolutista.

Sus instrumentos legitimadores son la propaganda, elecciones y referéndums y el pueblo movilizado, al cuál transformarán de ciudadano en grupo de choque y, finalmente, en pueblo-siervo. La propaganda generará la fe y el culto al caudillo.

Hábilmente, el fascismo capta, como banderas propias, a los deseos, anhelos y traumas de la sociedad a la que va a victimar. Por eso, no es de izquierda ni de derecha, como se asegura sino que es un modelo pragmático para la toma del poder absoluto; donde el término “pragmático” significa que harán lo que sea para concentrarlo: seducir o asesinar, nacionalizar o privatizar, racismo ario o indigenista, movimientos sociales o fascios, aristócratas o revolucionarios. Invariablemente fabrican un hereje-enemigo, judío o burgués, criatura maléfica que justifique su violenta cruzada.

El error es creerles anticipadamente, como a Castro cuando dijo en la Sierra Maestra que llamaría a elecciones democráticas, cuando Chávez aseguró que no se reelegiría, no tocaría la propiedad privada ni la autonomía universitaria y cuando Morales afirmó que respetaría la libertades públicas y la independencia del poder electoral. Las consecuencias de estas ingenuidades las lamentan los pueblos, sin cesar. Aún así, muchos siguen considerándolos “de izquierda” y no versiones aggiornadas del horror europeo.

Las sociedades desprevenidas no creen ser la próxima víctima y desentenderse puede ser fatal. Ya lo dijeron los griegos cuatro mil años atrás: “Aquél que se quiere perder, los dioses lo ciegan antes”.

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domingo, 1 de mayo de 2011

El Tai Chi Conquista Uruguay

El Tai Chi Conquista Uruguay

de Vida Neta, el Domingo, 01 de mayo de 2011 a las 18:13

(Publicado en Diario El País)

Este arte marcial chino suma adeptos año a año, especialmente en verano y en las playas. Quienes lo practican hablan de grandes beneficios sobre su cuerpo. | En Europa y Estados Unidos se practica en las empresas antes de empezar la jornada laboral. Resultado: empleados menos estresados y más productivos.

EJERCICIOS.

CLASES DE TAI CHI
EN EL INSTITUTO "EQUILIBRIO",
FOTO BORRELLI, ND 20110201,
ARTES MARCIALES,
BV ARTIGAS 1168

CATERINA NOTARGIOVANNI

A qué están jugando esos?", le pregunta un señor cuarentón a su esposa, y señala hacia un grupo de personas alineadas en las arenas de playa Pocitos. "No están jugando, hacen Tai Chi", responde ella, muy segura. El diálogo no dura mucho porque la señora no sabe responder a la siguiente pregunta: ¿qué es Tai Chi?

Desde que en 2007 la Intendencia de Montevideo decidió llevar esa disciplina a las playas, los montevideanos se han habituado a reconocerla, pero son pocos los que saben en qué consiste. Es más, la información no abunda ni siquiera entre quienes la practican; aunque estos últimos obtienen al menos, y de primera mano, alguno de sus beneficios para la salud. Es justamente esa faceta la que explicaría buena parte del crecimiento cuantitativo que ha experimentado el Tai Chi en los últimos años.

Pero como suele suceder, la cantidad no lleva por transitiva a la calidad. Bien ejecutado, esta disciplina tiene un impacto extremadamente positivo. Pero si no se respetan los lineamientos básicos, se puede terminar la experiencia lesionado.


  • ORIGEN.

El Tai Chi nació como arte marcial interno en un monasterio del norte de China y está basado en la filosofía taoísta. Además es parte integral de los tratamientos terapéuticos de la medicina china. La forma tradicional consta de 103 movimientos (o 108, dependiendo de cómo se cuenten) que deben ejecutarse de modo encadenado y que se complejizan a medida que se avanza.

Se trata de movimientos lentos y suaves en el que continuamente se mueve y se absorbe energía. Algo así como una meditación en movimiento. Así lo explica Carolina Alegre, quien junto a Jorge Quiñones dirigen la Yang Style Tai Chi Chuan Academy Uruguay. Ambos son los dos primeros instructores uruguayos graduados (hay tres en total) en los Centros de formación y entrenamiento de la Familia Yang, uno de los cinco estilos de la disciplina más difundidos en occidente.

Pero el Tai Chi no se agota en la forma. Incluye ejercicios terapéuticos, técnicas de respiración y otras modalidades que incorporan espada, sable y lanza.

Si bien es un arte marcial, y por lo tanto es útil como defensa personal, su expansión fuera de China está directamente relacionada con sus virtudes en la salud.

"Lo que se hace es equilibrar las energías Ying y Yang, que así le llaman los chinos pero que no es otra cosa que energía electromagnética que todos tenemos en el cuerpo y que se genera con lo que comemos y respiramos. Si esas dos energías están equilibradas, no hay probabilidades de enfermarse", señala Quiñones.


  • "La idea es lograr un equilibrio entre la mente, el cuerpo y la energía", agrega Alegre.

Según su experiencia, una persona dedicada, que además de ir a clase entrena en su casa, consigue ejecutar esos 103 movimientos en un año y medio.

Siempre que se abordan disciplinas orientales desde una perspectiva occidental surge la misma pregunta: ¿decidirse por el Tai Chi implica otros tipos de cambios radicales en el estilo de vida, como por ejemplo modificar la dieta? "Es todo un conjunto, lo ideal es combinarla con una alimentación sana y balanceada", responde Alegre.

Para Leonardo Rato, instructor y presidente de la Asociación Uruguaya de Tai Chi, adaptar la dieta no es una obligación. "Pero uno la cambia sin darse cuenta porque empieza a cuidar su cuerpo de determinada manera y porque adquiere una consciencia distinta con respecto al ambiente. Entonces hay cosas que simplemente ya no se hacen porque no se siente bien", ilustra. Entre esas "cosas" se encuentra la comida chatarra, el cigarrillo o dormir pocas horas. "Digamos que genera un estado de bienestar general que es adictivo. Uno trata de continuarlo, de no alejarse demasiado", agrega.


  • Protagonistas. Ojos semicerrados, ceños fruncidos, gestos de concentración, casi que de trance, y otros de placer.

Brazos y manos que se mueven de izquierda a derecha, de arriba a abajo, a ritmo lento, muy lento, como acariciando el aire con una ternura extrema. Cada tanto, la voz de Leonardo Rato interrumpe el silencio, que para un espectador poco entrenado resulta agobiante al principio y relajante al cabo de unos minutos.

"No se apuren, disfruten el instante", susurra el instructor. La escena ocurre en una de las policlínicas de Tai Chi de la IM, en el Club Buceo. Allí y en esa clase, las practicantes son todas mujeres mayores de 60 años.

"Me ayudó a mejorar mucho mis problemas de columna, que ni la siento. Además aprendí a mantener una postura correcta y duermo mejor", ilustra Delfina a propósito de los beneficios alcanzados.

"Te da una serenidad increíble y una concentración tremenda en todos los ámbitos de la vida", comenta Rosita, quien además cuenta fascinada que se siente más ágil cuando camina. "Te pongo un ejemplo: tuve que ir hasta Costa Azul parada en el ómnibus y no me cansé. Me acordé de destrancar las rodillas y llegué como si hubiese ido sentada", asegura.

En la clase del lunes a las 8.30 de la mañana en la playa Pocitos también son mayoría las mujeres, pero se ven algunos hombres; las edades son más heterogéneas. Los testimonios allí van por el mismo lado: "Te desestresa", "Se te va la cabeza", "Se siente armonía", entre otros.

Quiñones, Alegre y Rato coinciden en que el interés por el Tai Chi se está extendiendo en Uruguay. ¿Las razones? "Porque hay más difusión a través de Internet, por las actividades en las playas y por la necesidad de hacer mover a los uruguayos", arguye Alexis García, instructor del Club Banco República que trabaja en la playa Pocitos en convenio con la IM. (UCM es otra de las empresas que brindan clases en Pocitos y Ramírez en el marco del mismo convenio).

"Porque hoy muchos médicos conocen los beneficios y se lo sugieren a los pacientes", dice Carolina Alegre.

"Hay una causa más", agrega Quiñones, "los niveles de estrés de los uruguayos van en aumento, junto con los problemas socioculturales. Eso lleva a buscar algo que de alguna manera ayude a conectarse con uno mismo y recobrar la calma".

Leonardo Rato tiene una mirada un tanto escéptica del fenómeno: "Me temo mucho que tiene un gran componente de moda". Para ilustrarlo cita los éxitos y los posteriores fracasos en la popularidad de disciplinas como el Yoga, el Reiki y el Pilates. "Dependerá mucho de los instructores, de que podamos hacer las cosas bien y capitalizar esto, o que quede en una moda", agrega.

A propósito de los instructores, Quiñones y Alegre observan con preocupación algunas "deformaciones" en la práctica del arte marcial. Ellos tienen 20 y 10 años de práctica, viajan a Bs. As. Todos los meses y son estrictos en cuanto a respetar los principios de la disciplina.

"Ves personas que hacen una gimnasia suave o mezclan conceptos y dicen que practican Tai Chi", dice Alegre. "Aparte los movimientos marciales son insustituibles porque son los que ayudan a estirar ligamentos, tendones y músculos. Si hago algo que es similar pero sin la debida alineación, no trabajo nada de eso", agrega su colega Quiñones. Por su parte Alegre comenta que en su instituto han recibido alumnos lesionados debido a las malas prácticas.

Este es uno de los motivos que llevaron al dúo a dedicarse también a la formación de instructores.

Otro aspecto interesante de este arte chino es que lo pueden practicar personas de todas las edades. "Siempre pregunto: ¿Usted puede caminar? Entonces puede hacer Tai Chi", resume Rato. Claro que si la persona llega con alguna lesión estará limitado en alguno de los movimientos.

Tampoco tiene demasiadas exigencias en cuanto a la vestimenta, que debe ser holgada para no limitar los movimientos. El calzado deportivo sí es estrictamente necesario. Quiñones comenta que practicarlo descalzo es un error que también ha visto en Uruguay.

Los adultos mayores descubren en el Tai Chi un remedio natural para muchas de sus dolencias. Seguramente esa virtud no tiente demasiado a los jóvenes, que tienen otros asuntos más interesantes de los que ocuparse. Pero sepan que si practican bien y regularmente esta disciplina, no solo vivirán más sino que, aún mejor, llegarán a la vejez en un estado de salud y movilidad difícil de imaginar para los sedentarios occidentales.


  • Beneficios: Una práctica más que saludable

La lista de beneficios es larga y variada, pero para alcanzarlos es necesaria la constancia. Si se ejercita con continuidad y dedicación, el Tai Chi ayuda a minimizar el estrés, tonifica los músculos, fortalece los órganos internos, mejora la coordinación y sincronización muscular, agiliza la mente, desarrolla flexibilidad, estimula la circulación sanguínea, reduce las afecciones respiratorias, mejora el sistema inmunológico, el funcionamiento de las glándulas del sistema endócrino y el estado de ánimo. Sus virtudes lo han puesto de moda en Europa y Estados Unidos, donde crecen las empresas que contratan instructores para que sus empleados puedan practicarlo antes de comenzar la jornada. Así trabajan menos estresados y rinden más. (Fuente: www.taichiyanguruguay.com)


  • La cintura gobierna al cuerpo

"La cintura gobierna todo el cuerpo. Los pies tienen fuerza y la pelvis asiento sólo si se es capaz de relajar la cintura". "Todo reside en el empleo de la intención en vez de la fuerza". "La agilidad y la flexibilidad extremas producen la resistencia y la rigidez extrema". (Del texto "Los 10 principios esenciales del Tai Chi"),

"Es una práctica preventiva. La idea no es que hagas Tai Chi cuando te duele la cabeza, como si se tratara de una aspirina. La idea es que lo hagas para no tener dolor". (Jorge Quiñones, instructor de Tai Chi estilo Yang). "Se aprende a conectar adecuadamente el cuerpo, a hacer el máximo uso posible con el menor esfuerzo. El trabajo tiene más que ver con aprender a alinear el cuerpo y con guiar la energía". (Leonardo Rato, presidente de la Asociación Uruguaya de Tai Chi).

  • CLASES DE TAI CHI CON PRESTIGIOSOS SI-HINGS, CAROLINA ALEGRE &JORGE QUIÑONES, EN EL INSTITUTO "EQUILIBRIO", BV ARTIGAS 1168, ESQUINA CANELONES, TEL. 27068959.