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Por Fernando Cardozo
La
alianza entre los nuevos gobiernos de centro izquierda, pero que van
rumbo a la radicalización neocomunista, y los grandes grupos económicos
de América latina ha sido muy beneficiosa para la estabilidad
presupuestaria de los Estados y para los grupos económicos, pero en
mucha menor medida para la población.
La
polarización de las sociedades no beneficia la estabilidad económica y
política, el clima necesario para el propio desarrollo. Este hecho,
además choca de pleno con el impulso de la esperanza y el deseo de
cambio que había llevado al poder a los nuevos líderes de izquierda
latinoamericanos.
La posibilidad de perder el
apoyo popular podría dar al traste con la continuidad del proceso,
llevando a los gobiernos de centro a la curiosa dependencia de las
élites con las que tradicionalmente se habían enfrentado.
Esa
paradoja constituye el mayor problema: finalmente podrían ser los
gobiernos de centro, con ideales de izquierda, los que más habrían
ayudado al enriquecimiento de los grupos de poder de América Latina, más
que las dictaduras y los tecnócratas. No quiero sugerir que esto forme
parte de ningún plan, sino mostrar como el pacto pragmático queda
inutilizado cuando el Estado no puede realizar su papel social, más aún
si tenemos en cuenta que no supieron aprovechar la coyuntura económica
favorable de esta última década, sino que por el contrario multiplicaron
estrepitosamente la deuda externa, en aras de un populismo alienante de
la productividad, y el capital humano basado en el despliegue del
esfuerzo, la creatividad, la capacitación y el trabajo de los más
carenciados.
Lo más curioso es que los
resultados son similares de norte a sur, en un México fustigado por la
violencia mafiosa, ni que hablar de Nicaragua, en la Venezuela
bolivariana (sus datos sociales son de los peores), como en la Bolivia
de evo morales, en el Brasil ultrapragmático y hegemónico de Lula y
ahora de Dilma, en Argentina de los Kirschner o en el modélico Chile, o
nuestro mediático y paradigmático Uruguay.
Explicar con mayor profundidad las causas y los resultados merecería una minuciosa tesis.
Elementos
exógenos, como el crecimiento asiático y el alza mundial de los precios
de las materias primas y de los productos agropecuarios durante la
primera década del siglo, han posibilitado un crecimiento suficiente
para no cuestionar los problemas, ni por los nuevos dirigentes, ni por
las nuevas élites establecidas,
que han recuperado parte de su potencia económica perdida durante los
años de los planes de ajuste.
Pero la fragilidad y dependencia de los
precios internacionales, tanto del petróleo como de la soja o de maíz,
hace a las economías nacionales vulnerables rápidamente, abriendo
nuevamente la posibilidad de que los opositores de los gobiernos
actuales reviertan la coyuntura que los alejó del poder, siempre y
cuando ofrezcan cambios que realmente signifiquen una esperanza para los
más carenciados.
Las revueltas provocadas por el
aumento del precio de los alimentos básicos han agitado ya a América
Latina como antes a África o Asia. Una paradoja de difícil resolución
coloca en mala situación a los gobiernos: el
aumento vertiginoso de los precios de las materias primas agrarias es
extremadamente beneficioso para las exportaciones, pero genera una
inestabilidad interna incontrolable, sobre todo entre las clases
sociales más desfavorecidas.
Dada la apertura de las economías y la
búsqueda del lucro de las empresas, que como es natural piensan en los
beneficios y no en el destinatario final del producto, la venta al mejor
postor aumenta los beneficios, pero puede ser el gérmen de una revuelta
que puede acabar con el beneficio.
Por
otro lado, los problemas ecológicos derivados de la extenuación de las
tierras, del abuso de los transgénicos, pesticidas, de los recursos
agrarios y forestales, son desconocidos pero todos los estudios serios
ponen en duda la sostenibilidad de la fertilidad y, por lo tanto, de la
producción agraria y ganadera.
Con
el tiempo, los efectos mundiales de la destrucción del pulmón
amazónico, podrían ser catastróficos para las poblaciónes de LATAM, y en
consecuencia para los Estados y la economía. El problema final es cómo
resolver una paradoja de desarrollismo que puede estar basada en un
desastre.
Saltando
al otro lado del océano, podríamos comparar esta situación con el
desastre económico español cuya economía se basaba en un sector
inmobiliario artificialmente rentabilísimo que succionaba el trabajo, la
inversión y que impedía la innovación y la investigación. Los sucesivos
gobiernos que lo habían favorecido eran incapaces de poner fin a una
burbuja que todo el mundo sabía caduca.
¿QUO
VADIS LATINOAMÉRICA ?:
Intereses electorales, intereses económicos y
las palmaditas en la espalda de las bonanzas, como las grandes
universidades y las escuelas de negocios auguraban un proceso calificado
de MODÉLICO. Como el irlandés, el estonio, o el húngaro, que hoy se
sumergen en la crisis, en América
Latina puede ocurrir lo mismo, con la diferencia de que la inmensidad
geográfica y la dificultad de criticar la esperanza, - que reposa en los
nuevos gobiernos -, pueden alargar un agonía venidera pero cierta,
hasta la desaparición de la gerontocracia "neocomunista" de este
principio de siglo.
Fernando Cardozo
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