lunes, 28 de marzo de 2011

Los Estudiantes y la Lucha Contra el Totalitarismo

Por: Carlos R. Alvarado Grimán

"No hemos ganado la guerra, sólo una batalla contra un Gobierno totalitario"

Villca Fernández - Dirigente Estudiantil

La claridad política de los Estudiantes Universitarios, que durante treinta y un días mantuvieron una exitosa huelga de hambre frente a la sede del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), deja muy mal parado a muchísimos de los dirigentes políticos del gobierno y la oposición.

Los Estudiantes tienen el mérito de haber podido identificar, a diferencia de los políticos profesionales, la naturaleza del régimen que estamos enfrentando, saben que se trata de un gobierno totalitario inescrupuloso y criminal que intenta a troche y moche implantar un sistema político obedeciendo a unas líneas ideológicas disparatadas, mezcla de fascismo militarista y comunismo trasnochado, que está destruyendo al tejido socioeconómico del país.

El chavismo, hasta la irrupción de los Estudiantes, había logrado mediante masivas campañas propagandistas goebbelianas, impregnar con el germen totalitario a los sectores populares de la sociedad, para que siguieran y respaldaran al Führer tropical en sus planes mesiánicos, prometiéndoles la construcción de una “patria buena y un hombre nuevo”. Una utopía que jamás se concreta en la realidad. Pero los Estudiantes no le compraron ese discurso desgastado y decidieron enfrentar a la ignorancia y la ignominia de este régimen que intenta, por todos los medios esclavizar al pueblo venezolano.

Los Estudiantes como vanguardia, ahora señalan los pasos e indican el rumbo al resto de la sociedad. La identificación de la esencia maligna y totalitaria del régimen, les está permitiendo combatirlo con las armas y medicinas adecuadas. Sun Tsu decía “Conoce al enemigo y conócete a ti mismo y nunca te encontrarás en peligro en cien batallas”.

De esta comprensión sin dudas se derivan los éxitos estudiantiles. La adopción de los métodos de lucha “NO VIOLENTA”, les permite avanzar firmes, seguros de sus planes y estrategias y alcanzar victorias importantes para derrotar con las armas de la inteligencia y la razón a este gobierno felón. Ahora la confusión está del lado de los totalitarios, quienes lucen desconcertados, erráticos y desalentados.

Los totalitarios productos de los golpes contundentes que les han propinado los Estudiantes, equivocan sus estrategias e intentan desacreditar al movimiento Estudiantil, pero el pueblo respeta y admira a sus Estudiantes y no admite que se les insulte, agreda o mancille. Nuestros estudiantes son el corazón y el cerebro de la patria y serán los conductores de nuestro destino, y créannos, jamás nuestro futuro estuvo en mejores manos.

Apoyamos hasta siempre al Movimiento Estudiantil y que nuestras voces retumben en el mundo un millón de veces:

¡Vivan los Estudiantes y la lucha contra el totalitarismo!

(*] Carlos R. Alvarado Grimán

E-mail: aserne2009@gmail.com

ASERNE: Asamblea de Electores Revolucionarios de Nueva Esparta

Blog: http://www.aserne.blogspot.com/

Celular: 0414 - 790.0934

sábado, 26 de marzo de 2011

Mirar desde la izquierda las revueltas árabes

Mario Sei

Rebelión

Traducido para Rebelión por Lucía Alba Martínez

Es casi embarazoso y produce un cierto malestar tener que escribir pare defender, en el ámbito de la izquierda mundial, un posición simple que debería constituir un suelo común, indiscutible. Sin entretenerme en detalles o largos análisis, prefiero limitarme a pocas palabras. Es verdad que la discusión se ha vuelto áspera como consecuencia del caso libio -efectivamente mucho más compleja- pero desde el comienzo, desde la caída misma de Ben Alí en Túnez, ha faltado un poco el apoyo, el sostén y el entusiasmo por parte de la izquierda. Particularmente evidente ha sido esta ausencia en el caso de América Latina, la cual, gracias sobre todo a la existencia de Cuba y Venezuela, por su enorme valor simbólico, ejerce una gran fascinación sobre las jóvenes generaciones del mundo árabe.

Digo esto porque lo veo y constato entre los estudiantes de la Universidad de Túnez, ciudad donde enseño y vivo desde hace años. Y es a ellos a los que hay que explicar por qué Castro y Chávez no han apoyado sus revoluciones y porque defienden a Gadafi, el cual, entre otros hechos nefandos, tras la fuga de Ben Alí y con enorme desprecio por el pueblo tunecino, se declaró dispuesto a mandar sus propias milicias para ayudar al “legítimo presidente” a reprimir a los rebeldes. Es realmente triste no poder responder a sus preguntas y las de tanta otra gente -de izquierdas- que en Túnez y en otros países árabes sigue luchando.

También en Europa la gente se ha dividido y mientras que el apoyo ha sido inmediato por parte de los partidos y movimientos ligados a ONGs, asociaciones y medios altermundialistas y, por lo tanto, más en contacto directo con las realidades locales, ha habido en general mucha prudencia, cuando no pesimismo, a la hora de juzgar las revueltas del mundo árabe. Ha prevalecido la idea de la intervención externa o el complot, que niega todo papel autónomo a las revueltas. La división se produjo incluso en Il Manifesto, histórico periódico italiano que nació porque creyó y defendió la primavera de Praga, a pesar de los enormes riesgos de manipulación por parte del imperialismo y del capital que entonces existían. Y sin embargo Giuliana Sgrena, la periodista secuestrada en Iraq, con una lectura superficial de la realidad, escribía el 15 de enero en el diario: “Golpe militar. Ben Ali huye”. En el caso de Gadafi las divisiones se han acentuado, produciendo incluso declaraciones de estima por el Coronel y por el contenido del Libro Verde.

¿Pero cómo es posible pensar que un complot imperialista haya podido inyectar el virus de la revuelta en tantos países?

¿No es más lógico reconocer que este tipo de dictaduras sanguinarias y corruptas, en el poder desde hace décadas en buena parte del mundo árabe, se han vuelto históricamente obsoletas e insoportables para pueblos compuestos en gran parte de jóvenes cultos y sin futuro?

Cualquiera que haya vivido experiencias directas sabe que a las revueltas han faltado sin duda medios, organización, proyectos alternativos, pero no, desde luego, la autonomía.

La desesperación, la humillación y la rabia colectiva incubaban la explosión desde hace tiempo, aunque hayan cogido a todos un poco por sorpresa. Una demanda de dignidad y libertad que ha empujado a las multitudes de Túnez, Egipto, de Bahrein y también de Libia a salir a la calle arriesgando la propia vida. Gadafi es odiado no sólo por algunos “extremistas troskistas” -como alguien ha escrito- que denuncia su papel de gendarme de la Fortaleza Europa, los campos de concentración y los lager-burdel para emigrantes subsaharianas, la explotación esclavista de los trabajadores tercermundistas y el racismo institucional.

Es odiado también por gran parte de su pueblo, que tiene en los bolsillos tal vez un poco más de dinero que sus vecinos, pero que además de soportar la tiranía vive en un país aplastado sobre sí mismo, sin infraestructuras, sin escuelas dignas de ese nombre, sin hospitales, tal y como cuentan las miles de personas que vienen a a que las atiendan a las clínicas tunecinas.

Desmintiendo los esquemas preconcebidos sobre la excepcionalidad del mundo árabe, todas estas revueltas sin connotación religiosa ha demostrado simplemente que ningún tirano puede reprimir a un pueblo eternamente. Las dificultades, los riesgos de manipulación imperialista y el posible fracaso de los distintos movimientos es sin duda alto, sobre todo en Libia, pero esto no hace menos legítimas las revueltas ni menos criminales a los tiranos.

La oleada revolucionaria del mundo árabe tiene una extraordinaria potencia innovadora, que se mantendrá con independencia del resultado en los distintos frentes, y es la señal de que algo se está rompiendo en los equilibrios de control global del gran capital. No escuchar las voces de los pueblos insurgentes sería un grave error histórico.

Ahora que la revuelta libia está llegando a su fin, con el ejército de Gadafi que ahogará en sangre la resistencia de Bengasi, se revela con claridad que también en el caso libio, a pesar de las manipulaciones mediáticas y la voluntad de intervención militar, Occidente se encontró desprevenido frente a una crisis que nadie había previsto ni programado. Los argumentos usados para denigrar a los que, después de denunciar las manipulaciones de la información y rechazar toda intervención exterior, han considerado positivamente la revuelta y juzgado criminal el régimen de Gadafi, se revelan cuando menos paradójicos. Se apela en general al papel revolucionario y de lucha anticapitalista jugado por Gadafi en los comienzos de su casi medio siglo de poder absoluto. Es verdad. Como no es menos cierto, sin embargo, que la mafia, al comienzo de su historia, jugó en Italia el papel de la lucha contra el invasor y de contrapoder popular organizado. ¿Eso significa quizás que las personas de izquierdas debamos elogiar la lucha contra el sistema que la mafia libra todavía hoy?

Otra crítica es la de extremismo y la de querer aplicar al mundo criterios absolutos, que después de todo serían sólo, inconscientemente, los del mundo occidental. ¿Pero es posible pensar en serio que el rechazo de la tortura, de la represión sanguinaria, de los poderes corruptos y tiránicos constituyen un criterio “occidental”?

El hecho de que Occidente, con la bandera de los derechos del hombre, haga lo contrario de lo que hipócritamente declara de palabra, convierte en criminal y responsable a Occidente, pero no puede falsificar el criterio.

Considerar criminal la invasión estadounidense de Iraq, ¿debería impedirnos considerar criminal la masacre de kurdos por parte de Sadam Hussein? Una de las cosas fundamentales que la izquierda mundial debe hacer, si quiere ser símbolo y modelo, es demostrar al mundo su coherencia, su adhesión a un sentido de la justicia social incondicionado, no hipócrita, no cambiante según las circunstancias.

Pensar esto, ¿es “radicalismo trotskista”, eurocentrismo?

¿El prejuicio no consiste quizás en creer que la reclamación de dignidad y libertad no pueden provenir de modo autónomo del pueblo árabe?

Pensando en las preguntas sin respuesta de mis estudiantes, me digo con tristeza que, aplicando categorías obsoletas y viejos esquemas mentales, la izquierda mundial ha perdido tal vez una buena oportunidad: la de servir de símbolo y de orientación para todos los pueblos que tratan de construir un destino alternativo al del actual orden mundial.


Fuente: COMUNIDAD DE FILOSOFÍA ARJE

Tito Pedro Reynaga

miércoles, 16 de marzo de 2011

Acciones y reacciones

[EDITORIAL]

No fue un hecho aislado ni casual, aunque fue insólito. Un sábado por la noche en la esquina de Sarandí y Bartolomé Mitre, zona de gran concurrencia y de notable animación en gastronomía y esparcimiento, una señora de más de 60 años caminaba con algunas amigas en medio de mucha gente que recorría el lugar. Sin embargo su paseo fue interrumpido cuando un sujeto (joven, pero mayor de edad, según se supo luego) la golpeó brutalmente varias veces para arrancarle la cartera que llevaba. Una vez consumado el arrebato, el individuo se alejó corriendo hacia la Plaza Independencia ante la conmoción de su víctima y el asombro de quienes presenciaron el episodio.

Entonces ocurrió lo inesperado. Unas treinta personas que no se conocían entre sí, tuvieron una reacción inmediata y comenzaron a perseguir al delincuente. Lo extraordinario es que lo hicieron a lo largo de seis cuadras, hasta que lo atraparon en el cruce de 18 de Julio y Wilson Ferreira Aldunate.

Allí recuperaron la cartera robada y dieron al sujeto una paliza que lo dejó tendido en el suelo y con uno de sus brazos fracturado. Como si el operativo hubiera estado planificado, esas treinta personas se dispersaron y así cuando finalmente llegó la policía sólo encontró en el lugar al ladrón desfalleciente, que fue trasladado al hospital. Un hecho similar sucedió a los pocos días en Rocha.

Mucha gente aplaudirá el gesto de esos treinta ciudadanos al perseguir a un arrebatador y recuperar el objeto robado. Pero ningún observador civilizado podrá aprobar lo que pasó después, que fue un acto de furia colectiva cercano al linchamiento, donde se practicó la justicia por mano propia.

Porque si bien la oleada delictiva está arruinando el marco de seguridad que amparaba a los uruguayos y generando a su paso un clima de miedo e impotencia nada saludable para una sociedad, la reacción de aquellos treinta testigos configuró también un delito de agresión, tan grave como el que pretendieron castigar con su escarmiento, incurriendo en un desplante similar al que los enfureció.

Así no se hace justicia, no se defiende la ley ni se recobra la seguridad perdida. Pero a pesar de todos los reparos que merece el hecho, parece prudente tomarlo -junto al otro episodio de Rocha- como índice demostrativo de los estados de ánimo que la delincuencia está provocando en la población y como barómetro de una paciencia general que va agotándose a medida que el registro cotidiano de delitos asume mayor agresividad, mayor frecuencia, mayor intrepidez y mayor expansión.

Eso es lo que deben medir cuanto antes las autoridades si es que aspiran a que no se multipliquen las reacciones colectivas señaladas, que son producto de la creciente sensación de desvalimiento que sufre la gente, cuya desembocadura puede ser una ferocidad tan progresiva como la embestida delictiva que está incitándola.

Hay que hacer un esfuerzo para imaginar la posición de las autoridades ante el fenómeno de la violencia, que en algunos aspectos debe desbordarlas, sobre todo cuando surgen fricciones entre la fuerza policial y una administración de justicia que no le responde como espera.

Dicho lo cual, no conviene olvidar que esas autoridades tiene la obligación de velar por la seguridad pública en una medida que hasta hoy no se cumple. Justamente por eso las propias autoridades deben hacer por su lado un esfuerzo similar y ponerse en el lugar de los ciudadanos, que -a menudo con riesgo de vida- son agredidos por rapiñeros, copadores o arrebatadores, y que también son víctimas del clima enrarecido que todo ello genera, hasta llevarlos a asumir una actitud difícil de justificar, aunque muy fácil de entender.

Si no se toma en cuenta esa gradual transformación del ánimo de la gente, y si no se atiende en tiempo y forma la gráfica de violencias que ello está produciendo, la consecuencia será cada día más penosa y más cruenta, sin beneficio para nadie y en perjuicio de todos.

El País Digital

sábado, 12 de marzo de 2011

Nuestro tiempo recién comienza...

[Poder Legislativo de Venezuela]

Fuente: --> lapatilla video <---

"...Tiene la palabra la DIPUTADA MARÍA CORINA MACHADO

Ministro Giordani, quien falta el respeto a otro, se irrespeta a sí mismo. Recuerde eso.

Después de más de 32 horas de escuchar los cuentos de los ministros y más de doce años de gobierno, es evidente para los venezolanos que si, hay dos modelos claramente diferenciados que llevan a dos Venezuelas muy distintas.

Hay un modelo, un modelo de sumisión... un modelo de sumisión que ha destruido a las instituciones, que ha destruido la capacidad productiva del País, y que ha destruido los valores éticos de los venezolanos. Un modelo que ha producido la exclusión la exclusión, porque hay que ver el miedo y el chantaje al que son sometidos tantos empleados públicos de este País, trabajadores públicos que se todos los días nos acercan, como fue el caso de Lurdes, una trabajadora de la C.B.G. y me dijo. -"María Corina, los trabajadores y empleados públicos somos los presos políticos de un partido político en Venezuela"-

Un modelo de sumisión que distribuye la pobreza. Un modelo de sumisión que entiende por igualdad "TODOS PA´BAJO". Un modelo que tiene un sólo nombre y él se llama "COMUNISMO A LA CUBANA".

Hay otro modelo y otra Venezuela que es la Venezuela de la superación, una Venezuela donde queremos construir, donde haya empleo digno, donde las casas sean propiedad de la gente y no adjudicadas. donde una persona le pueda dejar la casa a su hijo en herencia o venderla o hipotecarla o hacer lo que quiera con su propiedad.

Una Venezuela donde haya inclusión de verdad, donde a los empleados públicos nadie les exija de qué color se tienen que vestir, o repetir una frase que los humilla si no están de acuerdo con ella.

Una Venezuela de la superación donde se distribuya, se crea y se distribuya riqueza para todos. Una Venezuela de TODOS PA´RRIBA y no DE TODOS PA´BAJO.

Nosotros creemos en esa Venezuela.

¿Pero saben una cosa? Aquí ya está claro, aquí ya está claro una cosa, ustedes son comunistas y quieren imponer una dictadura aunque les dé miedo reconocerlo.

Nosotros creemos en la justicia y en la libertad. Pero la gente no quiere más discusiones teóricas, la gente qiere hablar de resultados.

Ministro Giordani, en esta década Venezuela ha vivido la bonanza petrolera más grande de su historia. El precio delpetróleo se ha multiplicado por siete veces, por siete veces el precio del petróleo se ha multiplicado, pero no les alcanzó ese dinero. Ministro Giordani le estoy hablando. No le alcanzó ese dinero, y la deuda pública se multiplicó por cuatro en esta década.

Yo le pregunto ¿cómo cuando y cómo vamos a pagar esa deuda? Y si cae el precio del petróleo ¿qué va a pasar con este País, Ministro Giordani?

Pero Venezuela tiene la inflación más alta del mundo, del mundo. No me venga con esos cuentos de las inflaciones de los años novena, Ministro Giordani, porque usted sabe además, que si la inflación tuviera es inercia que usted dice -Ministro, yo le estoy hablando-.

El caso de Zimbabwe, usted conoce el caso de Zimbabwe, Ministro, que del año 2009, que tenía una inflación de varios millones, la inflación más alta en la historia del planeta, en un año pasó a una inflación de 3.7%. ¿Y la inercia, Ministro Giordani?

Ministro Giordani, Venezuela es el único país junto con Haití, a pesar de estos precios del petróleo, que está en recesión. Colombia crece al 4%, Brasil casi al 8% -le queda un minuto, Diputada- y por eso yo le digo, todas estas cifras no importa cómo las maquillen, porque la gente al fin y al cabo, a pesar de la propaganda, va al mercado, va a la farmacia, va a la panadería.

Hay una cifra, la cual ustedes no la pueden cambiar -mostrando un cartel con el número "649"- y es ésta, esta cifra no la pueden maquillar y es el número de días que le queda a este gobierno desde hoy en el poder. Esta cifra no la pueden cambiar.

Y no Señor Presidente, no Señor Presidente, nuestro tiempo no se acaba, nuestro tiempo recién comienza, es a ustedes a quienes el tiempo ya se les acabó." (...)

Fuente: --> lapatilla video <--

miércoles, 9 de marzo de 2011

La izquierda que calla ante la opresión

Fernando Henrique Cardoso es sociólogo y escritor, fue presidente de Brasil de 1995 a 2003

Desde que viví muy de cerca la experiencia de la "revuelta estudiantil" de mayo de 1968 en París empecé a dudar de las teorías que aprendiera sobre los cambios sociales en el mundo capitalista.

Estas estaban basadas en la visión de la historia como una sucesión de luchas entre las clases sociales, dirigidas al control del Estado para, por medio de éste, ya fuera mantener la dominación de clase, ya fuera destruirlas todas y construir la "sociedad del futuro" sin clases y, por consiguiente, sin que los partidos tuvieran alguna función relevante.

En la visión de los revolucionarios de inspiración leninista del siglo XX, éstos serían cruciales tan sólo en la "transición", cuando se justificaría incluso la dictadura del proletariado, ejercida por el partido.

Pues bien, en las huelgas estudiantiles de la Universidad de París, en Nanterre y en la Sorbonne (así como en los planteles universitarios estadounidenses, con otras motivaciones) que acabaron por contaminar a toda Francia y repercutirían en todo el mundo externo, vi con perplejidad que las consignas no hablaban de "antiimperialismo" y sólo remotamente mencionaban a los trabajadores, incluso cuando éstos, atónitos, entraban en los auditorios estudiantiles ocupados por los activistas jóvenes.

Se hablaba de libertad, de que estaba prohibido prohibir, de amor libre, de valorar al individuo contra el peso de las instituciones burocratizadas, y así sucesivamente. Es verdad que en las manifestaciones había banderas negras (de los viejos anarquistas) y rojas (de los bolcheviques). Faltaban los símbolos de lo nuevo y, además, en la confusión ideológica general, poco se sabía de lo que sería nuevo en las sociedades, esto es, en las estructuras sociales del futuro.

Por otro lado, el detonador de la revuelta no fueron las huelgas de los trabajadores, que ocurrieron después, ni los choques en el plano institucional, sino los pequeños y grandes anhelos de los jóvenes universitarios que, como en un cortocircuito, incendiaron al conjunto del país.

Sólo que después, el presidente francés, Charles de Gaulle, viendo su poder puesto a prueba, fue a buscar apoyos con los paracaidistas franceses establecidos en Alemania y, con la complicidad del Partido Comunista, restableció la norma antigua y "buena".

¿Por qué escribo estas reminiscencias? Porque desde entonces el mundo ha cambiado mucho, principalmente con la revolución informática. Los "órdenes establecidos" se desmoronan cada vez más sin que se perciba la lucha de clases.

Así sucedió con el desmembramiento del mundo soviético, simbolizado en la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Y está siendo así también en el África del Norte y en Medio Oriente.

Cada vez más, en silencio, las personas se comunican, murmuran y, de repente, se movilizan para "cambiar las cosas". En este proceso, las nuevas tecnologías de comunicación desempeñan un papel esencial.

Hasta ahora, nos quedan dos lecciones. Una de ellas es que en el mundo moderno los órdenes sociales pueden deshacerse por medios sorprendentes para quienes vean las cosas a través del prisma antiguo. La palabra, transmitida a distancia, a partir de la suma de impulsos que parecen ser individuales, gana una fuerza sin precedentes. No se trata de panfletos ni del anticuado discurso revolucionario y ni siquiera de consignas, sino de reacciones racionales y emocionales de los individuos.

Aparentemente aislados, éstos están en realidad "conectados" con el clima del mundo circundante y ligados entre sí por medio de redes de comunicación que se hacen, se deshacen y se vuelven a hacer, al ritmo del momento, de las motivaciones y de las circunstancias. Un mundo que parecía ser básicamente individualista y regulado por la fuerza de los poderosos o del mercado, de repente muestra que hay valores de cohesión y solidaridad social que rebasan las fronteras de lo permitido.

Pero nos queda también otra lección: la reconstrucción del orden depende de las formas de organización, de liderazgos y de voluntades políticas que se expresan a modo de señalar un camino. A falta de ellas, se regresa a lo anterior - como en el caso de De Gaulle - o, en la inminencia del desorden generalizado, siempre existe la posibilidad de que un grupo cohesionado y no siempre democrático prevalezca sobre el impulso libertario inicial. En otros términos: regresa la importancia de la prédica democrática, de la aceptación de la diversidad, del derecho del "otro".

Tal vez sea éste el enigma a ser descifrado por las corrientes que quieren ser "progresistas" o "de izquierda". En tanto no alcancen lo "nuevo" en las circunstancias actuales (que supone, entre otras cosas, la reconstrucción del ideal democrático a base de la participación ampliada en los circuitos de comunicación para forzar una mayor igualdad), no contribuirán en nada para que en cada arranque de vitalidad en las sociedades tradicionales y autocráticas surjan de hecho nuevas formas de convivencia política.

Ahora mismo, con las transformaciones en el mundo islámico, es hora de apoyar en voz alta y clara a los gérmenes de la modernización, en vez de guardar un silencio comprometedor. O peor aún, romper el silencio para defender lo indefendible, como hiciera el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, al decir: "Que me conste, (el líder libio coronel Muammar) Khadafi no es un asesino". O, como el ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien antes llamó a Khadafi "líder y hermano".

Por no hablar de los intelectuales "de izquierda" que, todavía ayer, cuando yo estaba en el gobierno, veían en todo lo que era modernización o integración con las reglas internacionales de la economía, un acto neoliberal de vendepatrias.

Exigían apoyo a Cuba, apoyo que no negué contra el injusto bloqueo a la isla, pero que no me llevó a defender la violación de los derechos humanos.

¿Será que no se dan cuenta de que, gracias al mayor intercambio con el mundo - y principalmente con el mundo occidental - ahora las poblaciones de Africa del Norte y de Medio Oriente vienen a ver en los valores de la democracia los caminos para liberarse de la opresión?

¿Será que, en Brasil, seguirán fingiendo que "el Sur", nacional-autoritario, es el mejor aliado de nuestro desarrollo - cuando el gobierno del Partido de los Trabajadores busca también una mayor integración del país en la economía global y en el sistema internacional - sin sacrificar nuestros valores más preciados?

Hay silencios que hablan y murmuran contra la opresión. Pero hay también silencios que no hablan porque están comprometidos con una visión que acepta la opresión.

No veo cómo alguien pueda considerarse "de izquierda" o "progresista" si calla en momentos en que se debe gritar por la libertad.

(Traducido por Jorge L. Gutierrez)

Para arje@yahoogroups.com

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lunes, 7 de marzo de 2011

Héctor Carreto y la utopía de América

Héctor Carreto y la utopía de América

de Re Orejano Artiguista Libertario, el Lunes, 07 de marzo de 2011 a las 21:27
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Por Aquiles Julián

“Si el espíritu ha triunfado, en nuestra América, sobre la barbarie interior, no cabe temer que lo rinda la barbarie de afuera. No nos deslumbre el poder ajeno: el poder es siempre efímero. Ensanchemos el campo espiritual: demos el alfabeto a todos los hombres; demos a cada uno de los instrumentos mejores para trabajar en bien de todos; esforcémonos por acercarnos a la justicia social y a la libertad verdadera; avancemos, en fin, hacia nuestra utopía.”

Pedro Henríquez Ureña

Nuestra ignorancia nos mantiene repitiendo los mismos nombres, tapiada la santa curiosidad, el sano interés, en asomarnos a las planicies, selvas, hondonadas, montañas y valles de cualquier literatura nacional vecina. No sólo las altas crestas, también están otros componentes del paisaje sin los que aquellas no serían ni explicables ni justificables.

Alguien me hizo la anécdota de un bien pensante que dijo que él creía en la unidad latinoamericana hasta que viajó por varios de nuestros países y constató los profundos odios y animadversiones que separaban a cada país de sus vecinos, y a veces a una región de la otra en el mismo país. Y todo para vergüenza nuestra. Motes, epítetos, descalificaciones, odios innecesarios, inútiles, suicidas. El espejo de los demás nos refleja y no nos gusta lo que vemos. Y disgustados por el mensaje, matamos al mensajero.

Y sin embargo,… En cada latitud hay tesoros aguardando. Un cambio en la actitud, y el asombro nos invade. Es increíble cuánto nos ignoramos, cuánto nos desconocemos, cuánto perdemos por no aceptarnos y valorarnos.

Debo mucho a la amistad y a la generosidad de escritores amigos, y destaco hoy a uno en particular, Fernando Ruiz Granados, de México. Es un apasionado poeta y promotor cultural, en ambos renglones grande y generoso. Y de él me llega el aporte de este libro del poeta mexicano Héctor Carreto.

A Fernando lo conocí vía ese surtidor esplendoroso de poesía y amistad que es nuestro Alexis Gómez Rosa, voz mayor de la poesía dominicana y latinoamericana. Y con él he mantenido en estos años en que Muestrario de Poesía ha ido engrosando su nómina de poetas publicados digitalmente y compartidos gratuitamente con lectores de los cinco continentes, una fructífera colaboración.

Héctor Carreto es mi contemporáneo. Nació en 1953. Y es autor de una poesía rica en resonancias, que se apoya en el andamiaje de una cultura, la helénica-románica, o greco-romana, misma que compartimos todos los pueblos de origen latino. Apoyándose en ese sustrato cultural, al igual que en el judeo-cristiano, como referencias y también como máscaras que generan un distanciamiento propicio, el poeta canta su realidad, como siempre es el caso. Y lo hace con, talento, picardía y humor sobresalientes.

Humor desacralizante, como el de esa Venus cuyo sexo “huele a sardina”. Poesía que anula banderas, lenguas y tiempos para instalar una bandera única: la cultura; una lengua única: la poesía; un tiempo único: el tiempo del poema, intemporal.

Los conflictos y tragedias, los dramas que los poemas aluden, son, bajo la máscaras del tiempo, los mismos de siempre. Y el poeta los registra, goloso. Viajamos en sus poemas por esa ilusión que es el tiempo. El poeta nos recuerda que nada es perenne, pero que la poesía permanece.

Es una poesía que ríe, que en ocasiona burbujea en el sarcasmo, que parodia, que ironiza y que, sin cesar, desacraliza. Nos invita a una visión desangelada y, a la vez, piadosa, compasiva, de las tribulaciones humanas. En cierto sentido propone una constatación de la verdad expresa en el Esclesiastés, en que Salomón, poeta al igual que su padre David, dice que “no hay nada nuevo bajo el sol” y que todo es “Vanidad de vanidades”. Y sin embargo,…

Nunca mejor la frivolidad que en ese cambio de referentes de su poema “Vanidad de vanidades” en que tendremos periódicamente que sustituir a las divas del momento para que no envejezca, pues el poema permanece más que la nombradía y la belleza de aquellas.

Poesía disfrutable como la que más, nos convida y convoca desde la inteligencia y desde el corazón. Y en no pocos momentos alcanza en mí la gracia de la lograda alegoría de su poema “La Cierva”, ejemplar, en que esa dama elusiva que es la poesía no deja de retarnos, ilesa, “inténtalo de nuevo”.

Catulo y Marcial, la sátira y el epigrama, respiran en sus versos (¡cómo hubiera disfrutado estos versos nuestro Antonio Fernández Spencer!). Y bajo el ropaje greco-latino, que les sirven como máscara que distancia, una mirada irreverente al mundo cotidiano, un diálogo con la vida, un retrato del burócrata de clase media hundido en sus minúsculos afanes de cada día, en esa vida nimia e inútil que le consume la existencia. Un retrato del colapso de los sueños y la adecuación a la medianía, un dejar la existencia en rutinas aplanadoras.

Ya nuestros nombres, Héctor y Aquiles, se habían encontrado antes, mucho antes de que fuesen posibles nuestras existencias. Ellos provienen de un poema fundacional. Allí contendimos. Aquí colaboramos. ¿No es esto acaso un símbolo?

Este poemario de Héctor Carreto, el número 67 de este Muestrario de Poesía se suma con fortuna y mérito a otros dedicados a la poesía mexicana contemporánea, como el No. 28, La lengua de las cosas y otros poemas, de José Emilio Pacheco; el 50, Jardín de Piedra, de Fernando Ruiz Granados; el 59, Elevación de los elementos, de David Huerta; y el 61, Voluntad de luz, de Luis Armenta Malpica. Un rico ejemplo de la fuerza y maestría de la poesía mexicana contemporánea.

Nuestro Pedro Henríquez Ureña, a quien México acogió, donde se casó e hizo grandísimas amistades, habló en una conferencia de La Utopía de América. Y en particular América Latina sigue siendo eso aún: una utopía, un posible que no termina por enrumbarse, concretarse, materializarse. Seguimos de espaldas unos a otros, ventilando viejas inquinas, aireando las mismas maledicencias, los mismos rencores. Y hasta que esa maldad apasionada no sea sustituida por la aceptación, el respeto, el perdón, la humildad, el servicio y la tolerancia, mientras la pasión nos obnubile y ciegue y lo peor de cada comunidad sea lo que esté al mando, nos estaremos empobreciendo ridículamente y sólo veremos la calidad del vecino cuando en Europa y/o Norteamérica la reconozcan.

Cuando leí las páginas que Borges y, sobre todo, Ernesto Sábato dedicaron a Pedro Henríquez Ureña. El reconocimiento que dieron a su calidad humana, intelectual. Cómo enrostraron a sus propias comunidades la cegatería con que lo acogieron, la discriminación de que fue víctima, lo miserable que se mostraron ante el maestro indiscutible, cómo no lo aprovecharon, como tampoco lo hicimos los dominicanos empecinados, como estuvimos, en prosternarnos al tirano y cubrirnos de abyección, entendí que hay dos actitudes vigentes y uno selecciona la suya. Sábato seleccionó la correcta, aunque eso le enajenara afectos o le propiciara críticas y sarcasmos. La América posible, la de la hermandad y la fraternidad, esa es la que quiero. La que se regocija en poemas como los de Héctor Carreto. La que se siente ampliada, completada, enriquecida con las vidas y otras de los demás. La que se apropia de lo mejor de toda la tradición universal, como lo hicieron prohombres como Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges. La comprometida con ideales de democracia, tolerancia, libertad y justicia social, todos posibles. La otra ni me interesa ni me enorgullece. El estar acusando a pueblos vecinos de nuestras situaciones en nada nos hace mejores. Más bien, nos envilece. Mientras el locus de control sea ajeno a nosotros, estaremos renunciando a cambiar nuestras realidades. El espíritu tiene todavía la ardua tarea de vencer “la barbarie interior”. Esa que mora en nuestro interior.

Es tiempo de ser parte de esa utopía y de irla realizando en los hechos.


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