Hombres vestidos como en las barajas,
con pantalones cortos, blusas amplias,
medias ajustadas, espadas al cinto,
cruzaron el impetuoso mar,
buscándonos.
Nosotros estábamos acá
sin lepra,
sin odios.
Ellos llegaron
en grandes canoas
movidas por el viento,
hablando un idioma extranjero
en nada parecido al nuestro.
Asesinaron nuestros hijos,
a nuestros hermanos;
raptaron nuestras esposas;
incendiaron adoratorios y bohíos;
cambiaron nuestros nombres sonoros
por otros nombres;
cambiaron nuestros dioses viejos,
por dioses de madera;
la lengua que aprendimos
del canoso abuelo,
por su lengua extranjera.
Nos obligaron
A llamarlos "amos"
hasta cuando nuestros dioses,
madres y padres de los hombres
de tantas iniquidades se cansaron,
con tantos infortunios
se enfadaron
y nos mandaron héroes mestizos,
nacidos del cruce
de nuestro amor y su odio.
Fueron centauros que por toda la tierra
iban ahuyentándolos,
expulsándolos,
con espadas de fuego.
Volvimos, entonces, a ser libres
como al comienzo,
cuando Manco Cápac
enterró su báculo
señalando el ombligo de la tierra,
como cuando Bochica
enseñó a hilar a su pueblo,
y los hombres tigres
y las mujeres, como agua vertical que cae,
tuvieron descendencia en Uleu.
Ellos se fueron,
pero nos dejaron la lepra del odio.
Ahora tendremos que buscar
unos hechiceros,
que nos liberen de nuevo,
que nos curen de las plagas
que los hombres vestidos como en las barajas
nos dejaron.
Libertadores de nuestra misma sangre,
que entiendan
el idioma olvidado,
que crean en los viejos dioses,
madres y padres de los hombres,
héroes que coman
cazabe
y tortas de maíz,
que sepan usar el arco y la flecha
y que no tengan amos.
Enviado por
Reinaldo Bustillo Cuevas
c.c 467704 de Zipaquirá- Cundinamarca
Trinoelbrujo88@hotmail.com
Miembro de la Asociación de
Escritores de la Costa
Caribe Colombiana.
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