
Te vestías con humildad... apenas unas sandalias de madera y cuero separaban tus pies de la tierra. No tuviste palacio, ni te dirigiste a ninguna parte más que caminando.
Recuerdo que naciste en hogar muy pobre... específicamente se dice que te acunaron en un establo junto a los animales y que Reyes que bien pudieran haberte traido mucho más... apenas te ornaron con muy sencillos regalos... quizás sabiendo cual era tu destino.
¿Querrías ver cómo conmemoramos tu nacimiento?
Grandes comilonas se producen... y ya algunos hasta esperan un poco para seguir comiendo pues sus estómagos no dan abasto. Beben... se ahogan en alcohol, quiero decir. Sólo casualmente se produce un paralelismo con tu humildad... cuando ebrios y repletos de toda clase de dulces caen en el polvo de la calle perdido el conocimiento. Cubren el cielo con gran desperdicio de fuegos artificiales y en algunos casos agregan balazos, puñaladas, desórdenes que no son sólo digestivos.

Pero sigamos con las costumbres con que los civilizados de hoy dilatan sus brios en recordarte... Se regalan mutuamente con toda clase de chucherias y colorinches... con frases hueras acerca de la felicidad... con compromisos imposibles... se desesperan por abrir sus regalos... inducen a sus hijos a adorar al dios Consumo... se abrillantan los ojos con despampanantes árboles navideños que nada tienen que ver contigo... se mienten mutuamente deseándose sin honestidad fortunas que no tardan en relacionar con el vil metal... se entusiasman consigo mismos tratando de olvidar la miseria de este mundo... dejando de lado las búsquedas interiores para entregarse al placer mundano...

Te saluda, un filósofo (y su manager).
fernando gutierrez
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