martes, 8 de julio de 2008

escrito hace más de cien años

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Toda la población es un monótono Mar Muerto
por Julio Herrera y Reissig [1875-1910]


• “No es necesario insistir sobre aquello de que los uruguayos, fuera de ocupar un triste empleo en alguna oficina pública, carecen de toda aptitud para el trabajo, así como de iniciativa y perseverancia; el espíritu de empresa no se ha dejado ver hasta el momento en los hijos del país, los cuales, además, son perezosos por naturaleza, pudiendo apenas trabajar seis horas al día”.

• “El grupo de los uruguayos me resulta una cosa que no está formada, algo primitivo que corresponde a la primera etapa de la evolución sociológica, cuyas unidades físicamente ordinarias parecen apósitos nerviosos elementales, donde no se concibe integración de ideas, complejidad de agregados intelectuales, y por lo mismo apropiaciones psíquicas compuestas”.

• “De ahí la impresión que tenemos de su insignificancia. Sus hábitos aldeanos, el carácter chismoso de la gente, su raquitismo ingénito, su camaradaje de villería, y su ridícula superficialidad: he aquí todo”


• “Los uruguayos son buenos o malos, hospitalarios o feroces, según las circunstancias. Por lo demás, todo es incoherencia, irregularidad y quebrantamiento en el interior de su máquina afectiva”

• “... no creo que exista pueblo en la tierra más refractario a las innovaciones, a los perfeccionamientos que todo progreso entraña... Nuestro país es rutinario hasta la imbecilidad... la vida emocional compleja ni existe en nuestro país, en cuya atmósfera mortecina languidecen los afectos y se aplastan las originalidades. Una horizontal monótona de igualitarismo soso, de impavidez colectiva, se extiende hacia todos los frutos de la existencia”

• “¿Por qué nuestros gobernantes han sido pésimos; irregulares en su conducta; atolondrados; despóticos; imprevisores? ¿Por qué, lejos de preocuparse del porvenir del país y de los resultados de su obra, se han atenido a la satisfacción inmediata de la vanidad?... ¿Por qué se han gozado a plaisir de las satisfacciones del aplauso?... ¿Por qué nuestro país es modelo de desventuras, miseria, escándalo y efervescencia?... Gobernantes y gobernados tienen la culpa de ello. La máquina primitiva de los uruguayos, cuyo motor es la impulsividad, ha hecho del país un buque desarbolado en medio de una tormenta; sin brújula y sin timón, moviéndose a capricho de corrientes anímicas irregulares; en largas y terribles zozobras de convulsiones civiles y catástrofes económicas”

• “Mientras en Buenos Aires fructifican los talentos, se desarrollan las actividades, lucen las aficiones, se aprovechan los esfuerzos, se imprimen todos los ecos del espíritu, las radiaciones emotivas se distienden para el bien común, y la acción individual vibra en el colectivismo modificando las estructuras, en Montevideo, por el contrario, el hombre en sí no es nada, todo se asfixia, todo sucumbe, nada se oye, todo desaparece en un vértigo de apática imbecilidad, de trivialismo rústico; las originalidades se aplastan, los caracteres se malogran... Toda la población es un monótono Mar Muerto”


Su biografía
Los éxtasis de la montaña
Los parque abandonados

La vida breve de Julio Herrera y Reissig (Montevideo, 1875-1910) carece casi por completo de rasgos novelescos, especialmente al compararla con las azarosas existencias de sus coetáneos Rubén Darío, Salvador Díaz Mirón, José Asunción Silva o José Santos Chocano; pero, en un marcado contraste con la impresión de monotonía provocada por su biografía, la obra poética del uruguayo abarca una variedad de registros poco frecuente en la poesía del modernismo y, por lo demás, sorprendente en un artista muerto apenas cumplidos los 35 años de edad. La admiración se transforma en asombro al contrastar las dificultades suscitadas por su lírica hermética con la relativa diafanidad de sus versos aldeanos o con las pintorescas imágenes de su poesía erótica; empresa considerable resulta que, en los últimos 7 años de su vida (aproximadamente entre los años 1903 y 1910), Herrera y Reissig alternara la musa bucólica de "Los éxtasis de la montaña" con el estro romántico de "Los parques abandonados" o "Las clepsidras" y el numen hermético de "La vida", "Desolación absurda" y "La torre de las esfinges".
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