Si cliqueas en este link verás el video en: PATALLA COMPLETA
parte I
Era una madrugada de carnaval, templada. Bajó del bus que lo traía de la lejana capital, en un pueblito del interior a hacer su religiosa guardia como médico de salud pública, en la esquina donde se bajaba siempre… cruzó la avenida, saltó esos tres o cuatro escalones, de la entrada del centro de salud y fue derechito a su cuarto médico.
- Es temprano, me doy una afeitada, me tomo mi café… me fumo un nevada -
Rutina, sólo rutina… hasta que a las 8 empezaba su guardia, y ahí la rutina sería reemplazada por un éxtasis, un ritmo que lo embargaba, que lo poseía… entonces, él, el Doctor Gambito se transformaba….
Es que se trataba de un doctor común y corriente, sólo que no sabía que ese día no tendría nada de corriente… ese día sería inolvidable… para él y para muchos otros…
Cuando iba por el corredor, pasó frente a la sala de niños… el silencio de la madrugada se rompía por el llanto monótono de un niño… después se acordó… […era un llanto monótono de un lactante pequeño…] debe tener hambre… ¿y la madre…? A sí, estaba con él… ¿estaría dormida…? Una madre adolescente, como tantas… ¿porqué no le da pecho…? Bueno, después de todo era la guardia de su colega… y no se preocupó más...
Pasó un rato, el niño se calmó, y el doctor ya en su cuarto médico, que quedaba en el fondo del corredor, abrió su bolso y puso las cosas en el armario de siempre, se preparó, y pasó un rato largo, tal vez dormitó un rato…
Las dos o tres enfermeras llegaron, y entonces, poco antes de las 8 empezó en la emergencia, como en todas sus guardias… un paciente picado por una araña…
- En fin - pensó – tengo que llamar al centro de toxicología. A ver qué hago… pude ser una araña de lino, o una lactoceles… o una mactans… y siguió pensando en nombres de arañas… tenía que llamar al CIAT…
Una enfermera le dice:
- Doctor, en la sala de niños hay una madre que quiere que usted le vea a su niño, porque no lo encuentra bien…
Inmediatamente se dirigió a la sala de niños… Ese Centro era particular… todas las salas tenían nombres de médicos locales, como si estuvieran muertos, pero eran nombres de médicos vivos. ¡Cada cosa…!
Entra a la sala de niños, cuatro o cinco camas, y se encuentra con la criatura, un bebé gordito, precioso… pero… ¡caramba…! Está temblando… está en plena convulsión… con unas sacudidas que había visto tantas veces… la fontanela hinchada…. Lo auscultó… unos ruidos secos… además estaba con una bronquiolitis…
- Hay que trasladarlo a Rocha –
dijo, y fue a buscar una de sus hojas de historia a emergencia, para anotar indicaciones y todo lo que le dijo a la enfermera que había que hacerle al niño… vía, oxígeno, traslado, además de dar las indicaciones a la enfermera, para que se preparara, había que llamar a la ambulancia… el doctor Gambito iría con el niño…
- Pero tengo que avisar que dejo la guardia… y bueno, yo voy a Rocha… Mejor llamo al director y le digo…
Volvió con su hoja de historia en la mano, y como por arte de magia negra, cuando vuelve a la sala de niños, no pasaron treinta segundos… allí estaba, el “dueño de la sala”… el doctor Chanchinetti:
- Ésta es mi sala, Ud no tiene nada que hacer acá… váyase para Emergencia –
La madre del bebé no entendía qué pasaba, la enfermera no sabía a quién hacerle caso… y el doctor Gambito, muy educado él, le respondió:
- Mirá colega, este niño tiene una Meningoencefalitis, acaba de tener una convulsión, y además apenas puede respirar… hay que trasladarlo ya…
- Si, dejá que yo me encargo… – dijo Chanchinetti, y ¡le arrancó la hoja de indicaciones…!
La enfermera miraba a los dos facultativos, con ojos grandotes, la adolescente madre, humilde esperaba, pacientemente… En ese momento podían pasar varias cosas…
Gambito optó por ir a ver a su paciente picado por una araña, y pensó:
- Está todo bien, el niño va para Rocha con el pediatra, él sabrá qué hacer…
Pasaron unas horas. Llaman por la radiofrecuencia… eran más o menos las diez… del hospital de Rocha…
- Ustedes nos enviaron un bebito en pésimas condiciones… hizo un paro a la entrada del hospital -
Mas, el doctor Gambito no entendía qué había pasado…
- Pero si fue en ambulancia, con el doctor Chanchinetti, pregúntenle a él que está ahí en Rocha, con el niño, no..?
- No, doctor Gambito, el niño vino en la ambulancia, sin vía, sin historia, sin oxígeno, en brazos de la madre…
Un frío helado le corrió por la espalda… tardó un poco en pensar,
- el niño está en un hospital, y se estará recuperando… está en buenas manos… pobrecito…
parte II
Unos días después, ya en la capital, en la puerta de emergencia del Pereira Rossell, el doctor Gambito estaba viendo niños, mientras hacía su pasantía por emergencia del postgrado de pediatría…
Una enfermera le dice:
- Doctor, hay una joven madre, afuera que quiere hablar contigo -
Gambito fue a verla. Era la madre de Edwin, y le dice al doctor…
- Vengo a agradecerle por todo lo que trató de hacer por mi niño – dijo, una chiquilina menuda, de ojos muy tristes, que trataba de forzar una sonrisa, pero no le salía… él recién ahora se dio cuenta, la muchacha era muy bonita. Pero algo no encajaba bien… El mismo escalofrío le corrió por el cuerpo… La situación era muy real… pero Gambito estaba como extasiado -.
- Qué bien, muchas gracias, pero ¿cómo está el bebé? – Preguntó, pensando en ir a visitarlo inmediatamente.
- Mi bebé se murió… se murió con la cabeza grande…
Simplemente no lo podía creer. La realidad se lo tragaba. Se sentía arrastrado a un callejón, a un sitio sin salida… pero no era miedo… era un éxtasis… lo era en aquel momento… y lo sigue siendo hasta el día de hoy, once años después. “SE MURIÓ CON LA CABEZA GRANDE”. Como un eco, como una maldición… esas palabras se le quedaron grabadas para siempre, y hasta la voz de la chiquilina… once años más tarde… la recuerda como si fuera ahora…
Hubo un cambio en Gambito, como mirar a los ojos de una serpiente… quedarse contemplando a la muerte… no, no era miedo…
Anneline, así se llamaba la madre de Edwin, seguía confiando en el doctor… total, no tenía nadie más… su pequeño mundo se había ido… su hitjito, que era TODO… ya no estaba… Pero a Angeline le quedaba la rabia, la impotencia, las ganas de matar, las ganas de pelear por su hijo arrancado, quería hacer algo…
- Doctor, quiero hacer una denuncia.
- Yo también - , dijo Gambito, casi a la misma vez… automáticamente, sin pensarlo.
Otra guardia. Se repite:
"Bajó del ómnibus que lo traía de la lejana capital, en un pueblito del interior a hacer su religiosa guardia como médico de salud pública, en la esquina donde se bajaba siempre… cruzó la avenida, saltó esos tres o cuatro escalones, de la entrada del centro de salud y fue derechito ... Eran las 6 y pico.”
Sólo que esta vez, se fue derechito para el pabellón de la dirección, cruzando el patio central. Estaban limpiando; saludó y se sentó a escribir la nota. Una máquina de escribir vieja…
Listo, dos hojas, carbónico, escribió una carilla… firmó, le hizo firmar al limpiador que estaba en ese momento… “recibido, la fecha…” listo… a la comisaría, que quedaba a una cuadra… lo mismo… firma al dorso… recibido por la comisaría… todo rapidito, como era el estilo de Gambito…
Tomó la guardia. Empezó a trabajar. Aparece la madre, citada por él mismo, vió la nota, le gustó, la firmó.
- Ahora Anneline quedó más tranquila. Pensó Gambito; sólo hay que esperar…
Pasaron las horas, pasaron los días, pasaron muchas cosas pero nada haría que la chiquilina madre fuera la madre de alguien… le robaron su algo… y ahora… después de 11 años, Gambito se dice,
- que habrá sido de aquella madre de la nada…
El vacío es tan real, que todavía se siente, el frío de la nada, el frío de la muerte… ¿Qué difícil es transmitir ese vacío, no…?
- Mi bebé se murió… se murió con la cabeza grande…
Simplemente no lo podía creer. La realidad se lo tragaba. Se sentía arrastrado a un callejón, a un sitio sin salida… pero no era miedo… era un éxtasis… lo era en aquel momento… y lo sigue siendo hasta el día de hoy, once años después. “SE MURIÓ CON LA CABEZA GRANDE”. Como un eco, como una maldición… esas palabras se le quedaron grabadas para siempre, y hasta la voz de la chiquilina… once años más tarde… la recuerda como si fuera ahora…
Hubo un cambio en Gambito, como mirar a los ojos de una serpiente… quedarse contemplando a la muerte… no, no era miedo…
Anneline, así se llamaba la madre de Edwin, seguía confiando en el doctor… total, no tenía nadie más… su pequeño mundo se había ido… su hitjito, que era TODO… ya no estaba… Pero a Angeline le quedaba la rabia, la impotencia, las ganas de matar, las ganas de pelear por su hijo arrancado, quería hacer algo…
- Doctor, quiero hacer una denuncia.
- Yo también - , dijo Gambito, casi a la misma vez… automáticamente, sin pensarlo.
parte III
Otra guardia. Se repite:
"Bajó del ómnibus que lo traía de la lejana capital, en un pueblito del interior a hacer su religiosa guardia como médico de salud pública, en la esquina donde se bajaba siempre… cruzó la avenida, saltó esos tres o cuatro escalones, de la entrada del centro de salud y fue derechito ... Eran las 6 y pico.”
Sólo que esta vez, se fue derechito para el pabellón de la dirección, cruzando el patio central. Estaban limpiando; saludó y se sentó a escribir la nota. Una máquina de escribir vieja…
Listo, dos hojas, carbónico, escribió una carilla… firmó, le hizo firmar al limpiador que estaba en ese momento… “recibido, la fecha…” listo… a la comisaría, que quedaba a una cuadra… lo mismo… firma al dorso… recibido por la comisaría… todo rapidito, como era el estilo de Gambito…
Tomó la guardia. Empezó a trabajar. Aparece la madre, citada por él mismo, vió la nota, le gustó, la firmó.
- Ahora Anneline quedó más tranquila. Pensó Gambito; sólo hay que esperar…
Pasaron las horas, pasaron los días, pasaron muchas cosas pero nada haría que la chiquilina madre fuera la madre de alguien… le robaron su algo… y ahora… después de 11 años, Gambito se dice,
- que habrá sido de aquella madre de la nada…
El vacío es tan real, que todavía se siente, el frío de la nada, el frío de la muerte… ¿Qué difícil es transmitir ese vacío, no…?
Perder una mano, manco.
Perder un ojo, tuerto.
Perder a tus padres, huérfano.
Perder a tu cónyuge, viudo.
Perder a un hijo …
…no hay palabra que lo describa…
Perder un ojo, tuerto.
Perder a tus padres, huérfano.
Perder a tu cónyuge, viudo.
Perder a un hijo …
…no hay palabra que lo describa…
Dedicado con todo mi corazón
A TODAS LAS ANNELINES
DEL MUNDO....
Y bendito séas, donde quiera que estés, pequeño Edwin...
Tu espíritu nos acompaña siempre, cual un preciado
Angelito de la Guarda...
Dr Gambito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario